Musicoterapia y el trastorno del espectro Autista
La música no es algo que creamos nosotros, sino algo que descubrimos y registramos
Durante las últimas décadas, muchos estudios nos dan pistas para creer que la música es realmente una herramienta terapéutica importante en el trabajo con personas TEA.En 2006, Wigram y otros autores realizaron para la Biblioteca Cochrane, una revisión sobre los estudios realizados acerca del efecto de la musicoterapia en el TEA. Fue un profundo análisis del tipo de estudio, intervención… dándose cuenta de que aún queda mucho por investigar. Pero aún así, pudieron concluir que en general, todas las investigaciones muestran una inclinación positiva hacia la musicoterapia en el tratamiento del TEA, bien sea mejorando las habilidades sociales, comunicativas, etc. (Gold, Wigram, Elefant, 2008)
Cuando Leo Kanner, en los años 40, dio las primeras pinceladas acerca del autismo, se preguntaba si ”¿podemos asumir que todo el mundo nace semejante con respecto a su capacidad para formar contacto afectivo?” (Kanner, 1943).
La Música es el camino, no es el fin.
Pensamos en la musicoterapia como un aprendizaje experiencial y no como una cura.
Aunque desde el equipo de Musikanaiz pensamos que todos somos personas con capacidades diversas, ya entonces se empezaba a apuntar que había una parte de la población que tenía dañadas capacidades básicas para el desarrollo de una vida normalizada. Las tres áreas que, según el DSM-IV, se ven más afectadas en las personas con TEA son:
• La interacción social
• La comunicación
• Muestran patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidos, repetitivos y estereotipados.
Ante esta realidad, la pregunta es: ¿por qué usar la musicoterapia como proceso de intervención con personas con TEA?, ¿por qué usar la música como medio expresivo?, ¿qué puede aportarles la música?…
De forma muy resumida podemos señalar que la música surge desde el impulso comunicativo, como respuesta a una necesidad de expresarse. Así que favorece la comunicación y posibilita el intercambio de ideas o sentimientos.
La música nos permite empatizar con el otro. Imitando su producción sonora podemos experimentar lo que la otra persona siente al realizarla. Y gracias a ello, entender, comprender y aceptar al otro tal y como es. También podemos crear música empatizando con el estado de ánimo que trae el paciente y acompañarle en ese sentimiento o poder ir cambiando a otros estados: calmando, estimulando…
Las personas con trastornos del espectro autista desarrollan rutinas, estereotipias que les permiten controlar lo que ocurre a su alrededor. La improvisación musical posibilita trabajar y experimentar desde el control hasta el flujo libre, desde dirigir hasta seguir las propuestas del otro, desde iniciar hasta imitar…
Me parece fundamental el uso de la música para dar sentido a sus sonidos y sus movimientos repetitivos, que pueden adquirir un significado si los encuadramos en un marco musical creado para ello y dando posibilidad y recursos para que se desarrolle hacia algo más que un movimiento sin significado expresivo.
Es totalmente necesario partir de lo que ellos traen, entrar en su juego, en su forma de sentir y de vivir el mundo. Además, tocar instrumentos o trabajar con el movimiento, permite que el cuerpo tome importancia y que el niño sea más consciente de su cuerpo y de cómo usarlo con intencionalidad, y no únicamente para la autoestimulación.
Y sobre todo decir que la música atrae a cualquier tipo de persona y que nos permite de una manera divertida, juguetona e incluso con humor, participar conjuntamente, compartir buenos momentos y crear un espacio con sentido propio, comprensible y agradable, donde cada persona pueda participar, encontrar un sentido a lo que es y lo que hace.
Bibliografía: Dileo, C., & Bradt, J. (2009). On creating the discipline, profession, and evidence in the field of arts and healthcare. Arts & Health, 1(2), 168-182. Jolliffe, T., & Baron‐Cohen, S. (1997). Are people with autism and Asperger syndrome faster than normal on the Embedded Figures Test?. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 38(5), 527-534. Kanner, L. (1943). Autistic disturbances of affective contact. Nervous child, 2(3), 217-250.